Cuarteta I.
Todos saben que jamás murmuré
una oración.
Todos saben también que jamás traté
de disimular mis defectos.
Ignoro si existen una Justicia y una
Misericordia.
Si las hay estoy en paz, porque
siempre fui sincero.
Cuarteta II.
¿Qué vale más?
¿Examinar nuestra conciencia
sentados en una taberna o
prosternarnos en una mezquita
con el alma ausente?
No me preocupa saber si tenemos
un Dios ni el destino que me
reserva.
Cuarteta III.
Sé compasivo con los bebedores.
No olvides que tú tienes otros defectos.
Si quieres alcanzar la paz y la
serenidad piensa en los
desheredados de la vida y en los
pobres que viven en el infortunio.
Entonces serás feliz.
Cuarteta IV.
Procede en forma tal que tu prójimo
no se sienta humillado con tu
sabiduría.
Domínate, domínate.
Jamás te abandones a la ira.
Si quieres conquistar la paz
definitiva sonríe al destino que se
ensaña contigo y nunca te ensañes
con nadie.
Cuarteta V.
Puesto que ignoras lo que te reserva
el mañana esfuérzate por ser feliz.
Toma un cántaro de vino, siéntate
a la luz de la luna y bebe
pensando en que mañana quizá la
luna te busque inútilmente.
Cuarteta VI.
De cuando en cuando los hombres
leen el Corán, el libro por
excelencia.
¿Pero quién es el que a diario se
deleita con su lectura?
En el borde de todos los cálices
colmados de vino, triunfa, cincelada,
una secreta verdad que debemos
saborear.
Cuarteta VII.
Nuestro tesoro es el vino y nuestro
palacio la taberna.
La sed y la embriaguez son nuestros
fieles compañeros.
Ignoramos el miedo porque sabemos
que nuestras almas, nuestros corazones,
nuestros cálices y nuestras
vestes manchadas, nada tienen que
temer del polvo, del agua ni del
fuego.
Cuarteta VIII.
Confórmate en este mundo con
pocos amigos.
No busques propiciar la simpatía que
alguien te inspiró.
Antes de estrechar la mano de un
hombre, piensa si ella no ha de
golpearte un día.
Cuarteta IX.
Antaño, este jarrón era un pobre
enamorado que sufría ante la
indiferencia de una mujer.
El asa del borde era el brazo que
ceñía el cuello de su bienamada.
Cuarteta X.
¡Cuán pobre el corazón que no sabe
amar, que no puede embriagarse de
amor!
Si no amas,
¿Cómo te explicas la luz
enceguecedora del sol y la más leve
claridad que trae la luna?
Cuarteta XI.
Toda mi juventud retoña hoy.
¡Sírveme vino!
No importa cuál…¡No soy exigente!
¡En verdad al mejor lo encontraré
tan amargo como la vida!
Cuarteta XII.
Sabes que no tienes poder sobre tu
destino.
¿Por qué la incertidumbre del
mañana ha de causarte miedo?
Si eres sabio, goza del momento
actual.
¿El porvenir?
¿Qué puede devolverte el porvenir?
Cuarteta XIII.
He aquí la estación inefable, la
estación de la esperanza, la estación
en que las almas sedientas de otras
almas buscan una quietud
perfumada.
Cada flor, ¿Es acaso la blanca mano
de Moisés?
Cada brisa, ¿Es acaso el aliento de
Jesús?
Cuarteta XIV.
No anda seguro por el Camino el
hombre que no recogió el fruto de la
Verdad.
Si pudo cosecharlo del árbol de la
Ciencia, sabe que los días pasados y
los días por venir en nada se
distinguen del alucinante primer
día de la Creación.
Cuarteta XV.
Más allá de los límites de la Tierra,
más allá del límite infinito, buscaba
yo el cielo y el infierno.
Pero cada voz severa me advirtió:
«El Cielo y el Infierno están en ti».
Cuarteta XVI.
Nada me aflige ya.
¡Levántate para ofrecerme vino!
Tu boca esta noche es la rosa más
bella del mundo…
¡Escancia el vino!
¡Que sea carmín como tus mejillas
y haga leves mis remordimientos
como ligeros son tus bucles!
Cuarteta XVII.
La brisa de la primavera resfresca el cuerpo de las rosas.
Y en la sombra azulada del jardín,
acaricia también el cuerpo de mi
amada.
A pesar de la plenitud que gozamos, olvido nuestro pasado.
¡Tan seductora es la caricia del presente!
Cuarteta XVIII.
¿Insistiré aún en colmar de piedras
el Océano?
Sólo desprecio siento por los
libertinos y devotos.
Khayyám, ¿Quién puede afirmarme
que irás al cielo o al infierno?
Ante todo, ¿qué entendemos por
tales palabras?
¿Conoces a alguien que haya visitado
estas regiones misteriosas?
Cuarteta XIX.
¡Aunque bebedor, ignoro quién te
modeló, ánfora inmensa!
Sólo se que eres capaz de contener
tres medidas de vino y que un día
la muerte te romperá.
Entonces me preguntaré largo
tiempo por qué fuiste creada, por
qué fuiste feliz y por qué no eres
más que polvo.
Cuarteta XX.
Fugaces son nuestros días y huyen
como el agua de los ríos y los vientos
del desierto.
Pero, dos días me dejan indiferentes:
el que ayer murió y el que
mañana aún no ha nacido.
Omar Khayyám