Hace un par de semanas he visto de nuevo uno de los clásicos de las últimas décadas, que constituyó en su momento todo un fenómeno sociológico. Se trata del film «El club de los poetas muertos», dirigida por Peter Weir en 1989, a partir de un guión de Tom Schulman, y protagonizada por un magnífico Robin Williams.
A estas alturas sería redundante explicar pormenorizadamente el argumento, por ser archiconocido, pero algo debo contar, porque sino esta entrada quedaría incompleta. Como es de casi todos sabido, la película trata sobre los innovadores métodos didácticos que emplea un profesor de literatura no sólo para enseñarles esta materia a sus alumnos sino además para hacerles ver por sus propios ojos que estamos en esta vida de paso, durará más bien poco, y por lo tanto debemos afrontarla con una actitud de aprovechar cada instante en la medida que nos sea posible, pues ese instante será irrepetible, así como de buscarnos a nosotros mismos, interrogarnos y averiguar qué es lo que realmente nos hace vibrar de emoción, para procurar que ésta sea nuestra ocupación, afición o trabajo. Se trata de toda una filosofía existencial comprimida en 128 minutos de película, y que se resume en la frase latina «Carpe diem» (cosecha del día), atribuida a Horacio, poeta de la antigua Roma.
A lo largo del film aparecen diversos poemas, que o bien son citados por el innovador profesor de la Academia Walton -John Keating-, algunos del gran poeta americano autor de «Hojas de Hierba» Walt Whitman, como el fragmento de uno de sus poemas, que a continuación copio :
¡Oh mi yo!
¡Oh vida de sus preguntas que vuelven
del desfile interminable de los desleales,
de las ciudades llenas de necios!
¿Que de bueno hay en estas cosas,
oh mi yo, mi vida?
…otros recitados por los propios alumnos, en particular hay un poema cuyo autor desconozco que me parece una obra maestra, y que es improvisado por uno de los alumnos :
Un loco de dientes sudorosos.
Cierro los ojos
y su imagen flota junto a mí.
Un loco de dientes sudorosos
con una mirada que martillea mi cerebro.
Sus manos se extienden y me alcanzan
y refunfuña todo el tiempo.
El dice la verdad.
La verdad es como una manta
que siempre te deja los pies fríos.
La estiras, la extiendes
y nunca es suficiente.
La sacudes, le das patadas,
pero no llega a cubrirnos.
Y desde que llegamos, llorando,
hasta que nos vamos, muriendo,
sólo nos cubre la cara
mientras gemimos, lloramos y gritamos.
Hay además otra poesía en la película, que sintetiza y describe a la perfección su contenido, el breve poema «Para que las vírgenes aprovechen el tiempo» :
«Para que las vírgenes aprovechen el tiempo»
Coged las rosas mientras podáis.
Veloz el tiempo vuela.
La misma flor que hoy admiráis
mañana estará muerta.
Y finalmente también dejo aquí el texto de un poema del Diario de Reuniones que emplean los alumnos en sus reuniones en la vieja cueva, y que pertenece al poeta postromántico inglés Alfred Lord Tennyson :
Venid amigos.
No es tarde
para buscar un mundo muevo,
pues sueño con navegar
más allá del crepúsculo
y, aunque ya no tengamos
la fuerza que antaño
movió cielos y tierra,
somos lo que somos:
un mismo temple
de corazones eróticos
debilitados por el tiempo, pero
voluntariosos para luchar,
buscar y encontrar
y no rendirse.
Aquí queda esto, no podía dejar pasar la oportunidad que me brinda esta web para mostrar estas magníficas muestras de ese bello arte que es la poesía, y que nos aproxima a los que la gozamos a la misma esencia de la vida.
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