Todos hemos vivido alguna vez la sensación opresiva de la timidez, el miedo escénico, y la incertidumbre casi siempre exagerada en lo negativo acerca de lo que piensan los demás de nosotros. Hay personas que son muy sensibles a los juicios de valor que otros hombres y mujeres hacen de ellas. Este ha sido el objeto de inspiración para una de las poesías que he incluido en el poemario «El rostro sagrado». Aquí os lo copio, para que veáis cómo es posible que los poemas pueden tratar temas de lo más dispar, sin apartarnos del lenguaje bello y expresivo de esta forma literaria.
Mi bestia negra
La bestia negra que me envuelve,
que me amordaza entero, y me ata, y me encadena …
La bestia negra es como una manta
que me ocluye la voz, una manta de pudor sudoroso,
sudo, no puedo, no puedo hablar ni pensar, . . .
La bestia negra me encarcela en un torreón
a la vista de cien cocodrilos hambrientos de temor,
es como un espantapájaros siniestro que
atormenta mi alma y no le deja ni balbucear,
es como despertar dentro de un mal sueño,
en la madrugada, rezumando bilis e intestinos,
los cocodrilos de miradas inquisidoras,
de réplicas y conjeturas y contraríos,
manando de fauces en punta,
dispuestas a estallar en sardónicas carcajadas,
esperando el temblor, con su rictus asesino,
esperando el tartamudeo de esta garganta trémula,
esperando que me hinque de rodillas y pida perdones
y suplique clemencias y piedades, soy humano, señores,
yerro con demasiada frecuencia, ustedes perdonen,
pero a lo mejor logro domarlos, con artes rebuscadas,
y tal vez al fin la multitud de verdes aligatores
rompa en una ovación y en un aplauso estremecedores.
© El rostro sagrado, SergeantAlaric, 2012.