Si hay una película que haya dejado una huella imborrable en todos los cinéfilos amantes del cine clásico ésa es sin duda Casablanca, que obtuvo en el año 1942 el Óscar a la mejor película, el mejor guión y el mejor director (Michael Curtiz), y fue merecedora asimismo de cinco nominaciones más (actor principal, actor de reparto, fotografía, montaje y banda sonora). Al menos es sin lugar a dudas el film que ha generado más fanatismo entre los innumerables seguidores del cine de la época dorada de Hollywood. Este melodrama romántico fue hilvanado en los estudios de la Warner, de moda en aquella gloriosa década, que fueron convertidos en la fastuosa ciudad norteafricana. Se trata de la película que aporta más frases, clichés y actores de culto de entre los rodados en aquel decenio.
En su papel de Rick («de todas las tabernas…»), Humphrey Bogart, y en el de Ilsa, Ingrid Bergman («sé que no tendré fuerzas para dejarte otra vez»), recrean en su imaginación con el son de la melodía de «As times goes by» de fondo, los días de vino y rosas que vivieron juntos en París, antes de que la cruel guerra desmoronase el mundo («el mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos»). Pero para muchos entendidos la interpretación que realmente se sale es la del secundario Claude Rains en el papel de Renault, que a pesar de su malicia, cinismo y desenfado es un romántico de primera, como queda patente en la escena en la que Rick le dice la famosa frase que cierra el metraje («esto podría ser el principio de una bella amistad»).
También es destacable el gran número de secundarios que asisten como concurrencia a Rick’s Cafe Americain, entre los que podríamos citar al evadido Victor Laszlo de Paul Henreid, el estafador Ugarte que interpretó Peter Lorre, quien reconoce que pone su confianza en Rick porque éste lo desprecia, o el mayor nazi Strasser de Conrad Veidt, el noble Sam de Dooley Wilson, o el empresario Ferrari, que trata de conseguir los servicios de aquél para su negocio. Puede parecer de perogrullo, pero si los extras no fueron los que fueron, esta película no sería lo mismo, hasta su elección se hizo bien.
Infringiendo los cánones del pulso narrativo y como fruto de una improvisación continua, Curtiz entretejió en torno al nudo de la escena del flashback a los días de París, una historia complicada, pero con mucho gancho. Según se dice, el guión se reescribía todos los días que duró el rodaje, y los actores no conocieron el desenlace hasta que realmente lo interpretaron.
…Y termina Casablanca una vez más, y a todos nos queda una rémora en las sienes, un runrún en la cabeza picando a cincel la pregunta de que sería de los personajes en su vida en los lacerantes y tempestuosos años que vinieron después de la bella historia que nos presenta.