Comparto aquí en esta web, con los oportunos créditos, un hermoso texto extraido del libro El cánon científico, del autor José Manuel Sánchez Ron, que hace alusión al gigante intelectual que fue Sir Bertrand Russell, que me ha mostrado la talla humana de este gran hombre, y que me ha causado una honda emoción.
«…En este punto es preciso detenerse un momento, para señalar que Bertrand Russell es, ciertamente, un miembro de pleno derecho del selecto y reducido club de cualquier canon de la ciencia. Acaso no tanto por los resultados que obtuvo, sino por la ambición y amplitud de intereses que demostró durante su larga vida. Nos dejó libros extraordinarios, sobre matemática, física, filosofía, política y sociología (sin olvidar su bella autobiografía), que se pueden leer hoy igual que cuando fueron publicados. Estaban, además, magníficamente escritos (Russell fue premio Nóbel de Literatura, aunque la decisión de la Academia Sueca pueda ser discutida). Hay unas línas que abren su autobiografía que a mí me conmueven siempre que las leo. No quiero dejar de recordarlas aquí:
BERTRAND RUSSELL, AUTOBIOGRAPHY (1967)
Tres pasiones, simples pero irresistiblemente fuertes, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda de conocimiento, y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Estas pasiones me han llevado, como grandes vendavales, de aquí para allá, por un caprichoso camino, a través de un profundo océano de angustia, llegando al mismo borde de la desesperación.
He buscado amor, primero, porque trae éxtasis, un éxtasis tan grande que a menudo habría sacrificado el resto de mi vida por unas pocas horas de esta alegría. Lo he buscado, en segundo lugar, porque mitiga la soledad, esa terrible soledad en la que nuestra temblorosa conciencia mira, más allá del límite del mundo, al frío, insondable y sin vida abismo. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una mística miniatura, una protovisión del cielo que los santos y los poetas han imaginado. Esto es lo que busqué, y aunque puede parecer demasiado bueno para la vida humana, esto es, al menos, lo que he encontrado.
Con igual pasión he buscado conocimiento. He deseado comprender el corazón de los hombres. He deseado saber por qué brillan las estrellas. Y he tratado de comprender el poder pitagórico mediante el cual el número domina el flujo. Un poco de esto, aunque no mucho, he logrado.
Amor y conocimiento me transportaron, tanto como fue posible, hacia los cielos. Pero la piedad siempre me trajo de regreso a la tierra. Reverberan en mi corazón ecos de los gritos de sufrimiento. Niños hambrientos, víctimas torturadas por opresores, ancianos desamparados que constituyen una odiada carga para sus hijos, y todo un mundo de soledad, pobreza y sufrimiento hacen que la vida parezca una burla de lo que debería ser. Ansío aliviar el mal, pero no puedo, y yo también sufro.
Ésta ha sido mi vida. He encontrado que merece la pena vivirla, y alegremente la viviría de nuevo si se me diese la oportunidad.»
Créditos: El canon científico, José Manuel Sánchez Ron.